lunes, 16 de enero de 2017

Solo el fin del mundo



Xavier Dolan, con 27 años y 6 películas a sus espaldas, vuelve en Solo el fin del mundo a adaptar una obra de teatro, como ya hizo en la genial Tom à la Ferme. En su nueva película cuenta la historia de un escritor gay que vuelve a su casa familiar tras 12 años alejado, para contarles que está a punto de morir.

El quebequés ha prescindido en esta ocasión de sus habituales repartos canadienses y ha trabajado con lo mejor del cine francés actual: Nathalie Baye interpreta a la madre, Lea Seydoux a la hermana pequeña a la que apenas conoce, Vincent Cassel al violento hermano mayor y Marion Cotillard es la cándida cuñada. El papel del protagonista, en el que podemos percibir rasgos autobiográficos del director, lo realiza Gaspard Ulliel. Un protagonista que, sin embargo, queda en segundo plano desde el comienzo de la película, actuando como un receptor de todas las frustraciones que los miembros de su familia le lanzan uno por uno.

El film mantiene los rasgos característicos del director: personajes histéricos, ambientación kitsch y música pop. Sin embargo en su conjunto funciona peor que sus películas anteriores, puede que por su esquematismo al mostrar al protagonista hablando uno por uno con todos sus familiares, o por la decisión de contar casi todo el metraje con primeros planos, con la intención de crear un ambiente asfixiante pero que  llega a irritar. Los diálogos funcionan de forma independiente a la perfección, y muestran con maestría los sentimientos guardados hacia el hijo ausente, pero que la película encapsule tanto a los personajes puede hacer que muchos espectadores no entren en la propuesta. Quizá hacían falta más momentos en los que la trama respirara, como la vuelta a la infancia del protagonista al ritmo de Dragostea din tei.



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